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miércoles, 20 de octubre de 2010

César Vallejo: Ruptura, Vanguardia y Militancia en la Poesía Latinoamericana

Por Leopoldo Mastronardi* 


“Por los versos de Vallejo se avanza a los tumbos, se salta, se pierde pie, se retrocede, se gira en el vacío como una polea loca”
Saúl Yurkievich


“Esta trituración del lenguaje obedece, naturalmente, a una trituración del mundo, Vallejo, entre sarcasmos, humor y tragedia, muestra la pérdida de un centro del mundo"
Ramón Xirau


El “poeta universal”, fue tal vez una de las voces más fértiles que arrojó nuestra querida tierra Latinoamericana. El peruano vivió entre exilios, revueltas campesinas, la Guerra Civil Española y la palabra; arma atronadora con que fusiló las limitaciones del sistema y de la lengua. 
Haciendo una aproximación a su poesía resulta harto complejo esbozar un análisis de un poema de César Vallejo si no hacemos un acercamiento al mundo del poeta peruano. Tomaremos las palabras del propio Vallejo que en una suerte de poética manifestó: “La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma. El poeta hasta puede cambiar la estructura literal y fonética de una misma palabra, según los casos. Y eso, en vez de restringir el alcance social y universal de la poesía, como pudiera creerse, lo dilata al infinito. Cuanto más personal (no digo individual sino personal) es la sensibilidad del artista, su obra es más universal y colectiva” 
Según Ian Mukarovski, el arte superior (el que lo hace evolucionar, a diferencia del arte “de molde” que mantiene una norma predeterminada), debe violar la norma. Pero ese “ensanchar”  la norma, tiene un límite: la legibilidad. Trilce juega constantemente en esa línea divisoria. Cuando logramos descansar en una metáfora, acto seguido trastabillamos con una ráfaga violenta de metáforas que no se conectan desde el sentido lógico, sino más bien desde la fonética o desde los sentimientos.
En palabras de Yurkievich: “(…) las palabras no están ligadas por ideas, sino por un ritmo, una musicalidad, un sentimiento”.
Vallejo ataca en varios sentidos, como lo dicen sus propias palabras, el poeta crea su propia gramática. Lo normativo pasa a un segundo plano, priorizando la expresión verbal y musical. En Vallejo nada es casual; el simple hecho de conjugar sustantivos (cancionan) o cambiar el adverbio (todaviiza) le valdrían un lugar en la vanguardia Latinoamericana, mas no es azaroso; cada ruptura responde a una idea o sentimiento a expresar.
El poeta ve al mundo contradictorio, arbitrario y caótico, ¿qué mejor modo de representar ese mundo multifacético, que utilizando un lenguaje contradictorio y caótico? Así parece entenderlo Vallejo y lleva el caos verbal hasta sitios inexplorados en la lengua castellana. Esta artesanía poética no nos habla de un nuevo gongorismo. Las palabras salen de Vallejo como si no existiera un filtro, directamente del inconsciente al papel. Vallejo se hace carne de la frase de Tzara: “La poesía nada tiene que ver con el talento técnico ni con las analogías; es una función natural, como la de orinar”.
Vallejo nos mea con sus desconciertos, síntesis y propuestas. Ahora algunos ejemplos
La musicalidad y la ideología se reflejan en uno de los poemas más representativos de su primer libro, Los Heraldos Negros (1918):

La cena miserable
Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!

Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará
!

La cárcel, sitio de tránsito y formación de los militantes revolucionarios, afiló la pluma política de Vallejo. Militante del PC francés, nunca se alejó del arraigo peruano y se ve reflejado en el mestizaje de su poética. En el poema XVIII de Trilce (el libro de la ruptura y la vanguardia) el poeta plasma la monotonía de sus días en prisión:

XVIII
Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!

Ah las paredes de la celda.
De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una.

Y sólo yo me voy quedando,
con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.


El vacío, el paso del cristianismo al marxismo, la soledad del hombre frente a Dios, entretejen el poema que da título al libro:

Los Heraldos Negros
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!

Más amigos de Adorno que de Lukács, nos encolumnamos detrás de lo dicho; la estética como herramienta siempre dispuesta a la politización del arte como método para la cruzada liberadora en la que debemos posicionarnos.

* Jefe de Redacción de  Cross en la Mandíbula (Periódico Discontinuo Digital Latinoamericano)

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